“Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Evangelio según San Mateo 5:2-3
Hace muchos años, en un periódico se preguntaba a los lectores, quiénes pensaban ellos que eran las personas más felices de la tierra. Las respuestas que obtuvieron más puntos fueron las siguientes:
- Un artesano que silba después de concluir un trabajo,
- Un niño construyendo un castillo de arena,
- Una madre bañando a su hijo, después de un día muy ocupado, y
- Un médico concluyendo una difícil operación.
Como puede apreciarse, cada uno de estos casos descritos presentan personas realizando tareas comunes y corrientes, según su capacidad. Es decir, aunque ninguno de ellos posee gran fama ni fortuna, son considerados felices, haciendo lo que disfrutan hacer. Sin embargo, ¿qué les parece si les dijera a quiénes Jesús consideró las personas más felices?
Según el pasaje de Mateo 5:1-12, el Maestro llama felices a: los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los que padecen persecución por causa de la justicia y los que son vituperados, perseguidos y difamados. Sin lugar a dudas, esta lista es más sorprendente que la anterior, y de hecho, representa la descripción de las personas que pertenecen al reino de Dios. Si se analiza bien, estas personas no pertenecen a un reino común y corriente. Son ciudadanos de otro reino.
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