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Foto del escritorIgl. Presbiteriana Westminster

Un Dictamen Del Tribunal Celestial

Actualizado: 22 ene




“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; en los cielos mismos afirmarás tu Verdad”.

 

Libro de los Salmos 89:1-2

 

¿Ha escuchado, usted, a alguna persona exclamar: “Si es necesario voy a acudir hasta el Tribunal Celestial”? Seguramente que sí lo hemos escuchado. Sobre todo, cuando alguien está muy convencido de tener la razón o cuando entiende que sus derechos nos han sido debidamente atendidos. El entendimiento es que el foro más alto al que se puede acudir para reclamar justicia es, precisamente, el Tribunal Celestial.

Hoy, estamos celebrando el cuarto domingo de Adviento, el cual normalmente es el más cerca de la Navidad, pero que pocas veces se ubica tan próximo a la celebración de la Natividad de nuestro Señor como esta vez. Entonces, tal vez usted esperaría tener delante una lectura más apropiada para la ocasión. Sin embargo, la lectura seleccionada para el día de hoy es un salmo que no figura entre los que, de ordinario, relacionamos con el Adviento o con la Navidad. Sin embargo, le invitamos a examinarlo juntos en la expectativa de que podamos descubrir allí cómo un dictamen del Tribunal Celestial marcó el cumplimiento de la esperanza mesiánica. Veamos.  

El salmo 89 constituye un salmo pactual davídico. Es decir, se refiere al pacto establecido por Dios, para con el rey David y su descendencia. El mismo contempla una serie de promesas muy osadas, como lo es su carácter eterno. Por otro lado, el mismo pacto establecía como condición una íntegra obediencia a Dios. Como sabemos, todos los herederos al trono de David fueron desobedientes. Sin embargo, no pudieron invalidar la promesa porque ésta se encontraba amparada en la fidelidad de Dios. Como lee el texto: “Para siempre será edificada tu misericordia; en los cielos mismos establecerás tu fidelidad”. Hoy, justamente, celebramos el amor y la misericordia de Dios en el milagro de la encarnación del Heredero de David, el cumplimiento de la promesa pactual. Y, resulta que esa promesa representa Un Dictamen del Tribunal Celestial. ¡A Dios, y sólo a Dios sea la gloria!

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