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Foto del escritorIgl. Presbiteriana Westminster

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      “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”.

                               Evangelio según San Mateo 20:26

                                     

La imitación de lo bueno, lo noble y lo bello transforma y sostiene la vida de muchos. Se cuenta que una niña que vivía con sus hermanitos en los suburbios de una gran ciudad, en una casucha desordenada y sucia, cruzaba con frecuencia por una plaza donde había una estatua que representaba a una señorita. La escultura era preciosa, tenía un hermoso rostro, los cabellos rizos muy bien peinados y los pliegues del vestido extremadamente bien planchados. La niña estaba prendada por aquella fascinante figura, y cada vez que pasaba por allí, se quedaba largo rato contemplándola.

Un día, al llegar a su casa, se miró en el espejo y se vio tan diferente a la estatua de la señorita, que instintivamente fue a lavarse y a peinarse imitando a su admirado modelo. Poco después hizo lo mismo con su descuidado vestido, lavándolo y planchándolo. Seguidamente se encargó de de hacer lo mismo con sus hermanitos. Más tarde, viendo el contraste entre sus personas y el descuido y el desorden que reinaban en la casa, empezó a ponerlo todo en orden, hasta que el lugar quedó totalmente transformado. Todo ello como resultado de la admiración por un modelo que representaba belleza y pulcritud.  

Para bien o para mal, los seres humanos tenemos la tendencia de imitar a las personas o figuras que nos ponemos como modelos. El Maestro tenía conciencia de esa realidad y por esa razón invitó a sus seguidores a obedecer a sus líderes religiosos, en tanto y en cuanto les enseñaban a obedecer las leyes divinas. Sin embargo, les alertó a no seguir sus ejemplos, toda vez que no se conformaban a las mismas enseñanzas que estaban supuestos a darle al pueblo de Dios. Jesús les pidió que lo imitaran a Él. Por eso se encargó de compartir la vida con ellos durante los tres años de su ministerio público. Aunque la corriente de este mundo nos invite a imitar su mala conducta, entre nosotros la meta será imitar a nuestro Señor. Nos parece que lo que Jesús pretendía enseñar era que la imitación de lo malo podía ser la regla general de la conducta de los hombres; pero no la de sus seguidores. Es decir, en cuanto a la imitación de lo malo: ¡Eso no pasa aquí! 

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