Hace mucho tiempo un hombre buscaba el cuadro perfecto de paz. No encontrando u no que le satisficiera, anunció un concurso para producir esta obra maestra. El reto movió la imaginación de artistas por todos lados, y los cuadros empezaron a llegar desde todas partes.
Finalmente, el gran día de revelación llegó. Los jueces descubrían los cuadros de paz uno tras otro, mientras que los observadores aplaudían y gritaban de alegría.
Las tensiones aumentaban. Sólo quedaban dos cuadros por descubrir. Mientras un juez quitaba la cubierta de uno, un gran silencio cayó sobre la multitud. Un lago suave como espejo reflejaba el verde ramaje bajo la suave sombra del cielo al atardecer. A lo largo de las verdes orillas, un rebaño de ovejas se alimentaba sin disturbio. Seguramente este cuadro era el ganador.
El hombre con la visión descubrió el segundo cuadro él mismo, y la multitud se quedó sorprendida. ¿Podría esto ser la paz?
Una tumultuosa cascada de aguas corría a través de un rocoso precipicio, la gente casi podía sentir el frío y penetrante rocío. Nubes grises de tormenta amenazaban y estaban listas para explotar con rayos, viento y lluvia. En medio de los truenos y el frío amargo, un árbol quedaba pegado a las rocas colgado a la orilla de la cascada. Una de sus ramas se estiraba justamente en frente de las aguas torrenciales como si neciamente buscara experimentar su poder total.
Un pajarito había construido un nido en el codo de la rama. Contento y sin disturbio en sus alrededores de tormenta, ella descansaba sobre sus huevitos. Con sus ojos cerrados y sus alas listas para proteger a sus pequeños, manifestaba la paz que trasciende a cualquier tumulto terrenal.
Lecturas:
domingo, 10 de diciembre Números 6: 24-26
lunes, 11 de diciembre Juan 14:27
martes, 12 de diciembre Juan 16:33
miércoles, 13 de diciembre Filipenses 4:6-7
jueves, 14 de diciembre 2 Tesalonicenses 3:16
viernes, 15 de diciembre Salmos 4:8
sábado, 16 de diciembre Isaías 26:3
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