La Biblia afirma que Dios nos escogió en Cristo. No lo hizo atraído por nuestras cualidades o valores, sino en base de su amor eterno. Entendemos mejor el significado tan profundo de escoger si recordamos algunas de nuestras experiencias de la vida.
Recuerdo de niño, en la escuela, que cuando salíamos al patio para el recreo, el maestro nos dividía en dos equipos para jugar al fútbol. Nombraba a dos capitanes y les encargaban que escogieran a sus jugadores. Uno de los capitanes empezaba diciendo: “Yo escojo a Pedro.” El otro respondía: “Yo escojo a Juan”; y así sucesivamente. Allí estábamos todos, pendientes a que nos escogieran para jugar al fútbol. Que lo escogieran era una indicación de que se acordaban de ti, de que contaban contigo. Aquello hacía sentirte valioso e importante. Por el contrario, cuando no te elegían, el sentido de valor propio disminuía. Quedabas decepcionado y deprimido.
Lo mismo sucedía con las señoritas en el baile. Ahí estaban ellas esperando que los muchachos las sacaran a bailar. Que a una señorita la sacaran significaba que se fijaban en ella, que la valoraban, que gustaba. Pero si pasaba el tiempo y alguna se quedaba sin bailar, aquella joven se sentía terriblemente mal.
La gran verdad es que Dios nos escoge (Génesis 12:1 y Efesios 1:4), pero no por nuestro valor personal, porque no somos otra cosa que pecadores, sino que el amor de Dios y su acción de escogernos nos da un valor inmenso. Nuestra autoestima sube mucho porque Dios nos ama y nos escoge en Cristo. Podemos ir por la vida con la cabeza bien alta y sumamente felices porque hemos sido elegidos en Cristo para representarlo en la tierra.
Lecturas:
domingo, 23 de enero 1 Samuel 16:14-23; 18:6-9
lunes, 24 de enero Romanos 9:10-13
martes, 25 de enero Juan 15:16
miércoles, 26 de enero 1 Corintios 1:9
jueves, 27 de enero Romanos 9:14-18
viernes, 28 de enero Efesios 1:3-4
sábado, 29 de enero 2 Tesalonicenses 2:13-14
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