““Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.”
Evangelio según San Lucas 15:32
El texto del Evangelio según San Lucas para el día de hoy, nos presenta la que, con toda probabilidad, debe constituir la parábola de Jesús más citada y alegorizada. De hecho, según el Dr. Antonio Cruz, (un estudioso de las Sagradas Escrituras), este es el mejor relato breve del mundo. Tradicionalmente se le ha conocido como: “La Parábola del Hijo Pródigo”. Otros la llaman: “La Parábola del Hijo Perdido”. Sin embargo, a juzgar por su contenido, tal vez debería llamársele: “La Parábola del Padre Amante”, ya que el personaje principal no es el hijo derrochador, sino el padre que es capaz de amar, perdonar, celebrar, y enseñar una lección a su ingrato y mezquino hijo mayor.
Según el contexto histórico inmediato en el cual se narra esta parábola, su tema y enfoque principal apuntan hacia la relación entre Jesús y los pecadores, por un lado, y entre los religiosos con Jesús y con los pecadores con quienes el Maestro compartía. Esencialmente ese es el trasfondo que acompaña al pasaje. Entonces, la parábola estaba dirigida principalmente a los religiosos que condenaban a Jesús y se justificaban a sí mismos.
Por otro lado, cuando Lucas escribe, la Iglesia vivía serias tensiones provocadas por la inclusión del sector no judío dentro de la nueva fe cristiana. Es decir, la gente que se consideraba estar “dentro”, amparados en su bondad, pureza y apego al cumplimiento de la ley judía, miraba con recelo a los nuevos creyentes cuyo trasfondo religioso era pagano y no se conformaba con lo que la mayoría entendía que era lo correcto. Este mismo sector cometía el terrible pecado del pasar por alto el principio más fundamental de la Fe Cristiana: “La Gracia”. Como muchos de ellos, la Iglesia en todas las épocas ha repetido el mismo error, sin darse cuenta de que, en la medida en que lo hace, pierde la capacidad de disfrutar del gozo que el buen aprecio de la gracia debe dar al creyente. Y usted, ¿dónde está: en el cálculo o en la gracia?
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