Imagínese a una pareja de ancianos que viven en una finca en ruinas. Apenas está a su alcance comprar un poco de comida y los medicamentos que necesitan. Ni siquiera tienen suficiente dinero para mantener la calefacción encendida todo el invierno. Poco después de que ambos mueren, se descubre un enorme yacimiento de petróleo bajo la antigua granja. Todos sus años de pobreza los vivieron sobre una riqueza sin explotar.
Es lamentable, pero hay muchos cristianos que pasan por la vida como esa pareja de ancianos. Conocen lo esencial del cristianismo: Dios me salvó, y algún día iré al cielo. Los cristianos pobres de espíritu no aprovechan la reserva de la gracia del Padre celestial que está disponible ahora mismo. No hay razón para esperar hasta llegar al cielo para comenzar a disfrutar de las riquezas de su favor que Él ya nos está prodigando.
Las verdaderas riquezas no se miden por la cuenta bancaria, sino por la abundancia de la gracia del Señor. Usted ha recibido la justicia de Cristo, el perdón de los pecados, la adopción como hijo de Dios, el poder del Espíritu Santo morando en usted y una herencia eterna. Como coheredero con Cristo, tiene acceso a las riquezas de Dios, que incluyen un gozo indescriptible, un amor incondicional y una paz más allá de todo entendimiento. No espere hasta llegar al cielo; aproveche estas bendiciones divinas cada día de su vida, comenzando hoy mismo.
Lecturas:
domingo, 6 de agosto Mateo 13:44
lunes, 7 de agosto 1 Timoteo 1:14
martes, 8 de agosto Efesios 2:4-7
miércoles, 9 de agosto Efesios 1:7-8
jueves, 10 de agosto 2 Corintios 9:8
viernes, 11 de agosto Filipenses 4:19
sábado, 12 de agosto Romanos 5:1-2
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