““Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; más ¿Qué es esto para tantos?... Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es profeta que había de venir al mundo”.
Evangelio según San Juan 6:9,14
Recuerdo una historia que me contó mi papá. Él siempre ha sido fanático del baloncesto, en especial de los Vaqueros de Bayamón. Y en una temporada en esa famosa rivalidad entre los vaqueros de Bayamón y los Piratas de Quebradillas, había un juego importante; no recuerdo si era una final, pero Bayamón jugaba de visitante. Así que, mi papá con un amigo viaja a Quebradillas emocionado, a presenciar el juego. La cosa es que, al final Los Vaqueros salen derrotados por los Piratas. Y entre la algarabía y la celebración de los locales, mi papá y su amigo salen tristes de la cancha, bajos de ánimo, lamentándose y comentando los detalles del juego. De camino al auto mi papá escucha a unos hombres que en su celebración comentan: “Si encontráramos a alguien de Bayamón para caerles encima ahora mismo.” Inmediatamente mi papá comienza a brincar, le quitó de la mano una botella a uno de los hombres que allí estaba y gritó: “¡Ganamos! ¡Ganamos!”
Todos en algún momento hemos pertenecido a algún grupo, pues tenemos una tendencia a buscar la compañía de otros. Ser parte de un grupo nos identifica. Grupos religiosos, deportivos, grupos sociales, entre otros. Hay grupos a los que pertenecemos, los cuales no hemos escogido, pero de igual manera nos va a identificar, como el grupo familiar, o cultural. Así que, los grupos nos importan pues el grupo nos define.
En el pasaje donde Jesús alimenta a las multitudes, se nos presentan algunos grupos a los que debemos prestarle mucha atención. En primer lugar, tenemos un grupo grande. Tenemos a las multitudes que siguen a Jesús, no por quien es, sino por los milagros que le han visto realizar en los enfermos. Gentes que cuando vieron que Jesús les calmó el hambre física de manera milagrosa con panes y pescado, quisieron coronarlo rey porque con su visión errónea de Jesús lo veían como uno que podía satisfacer sus necesidades temporeras, del aquí y ahora; comiendo pan cada vez que se les antoje. Y así tener un rey que les sirviera a ellos y no de la manera opuesta como debe ser.
Por otro lado, tenemos un grupo más pequeño, los discípulos de Jesús. Un grupo que, estando con Jesús, conociéndolo, sabiendo de que es capaz, pues había experimentado el poder de Dios en sus vidas, dudó. Y en el momento de la dificultad y en el momento de la prueba, se desesperó, se frustró, se enfocó sólo en lo grande y difícil de su problema, y contó sólo con sus fuerzas para resolverlo. Si, ese grupo hizo todo eso, pues eran humanos y también fallan. Pero también admitió que no tenían una solución para ese gran problema, alimentar a tantos con lo poco que tenían. Así que, obedecieron, confiaron y descansaron sólo en aquel que si podía resolver hasta lo imposible, en Cristo Jesús y dejaron la puerta abierta para que el Señor obrara. O estamos en un grupo, o en el otro. Hoy es un buen día para reflexionar dónde estamos. Que el señor nos ayude a reconocer cuál es el correcto.
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