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Foto del escritorIgl. Presbiteriana Westminster

Por La Palabra Y El Sacramento




“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron;… Y se decían el uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

Evangelio según San Lucas 24:30,31

Aquél era un viejo árbol de unos 80 pies de altura en la vecindad de Milford, en el estado de Connecticut. Apenas había llamado la atención de alguien a través de los años; hasta que un día Claudia Voight descubrió en el árbol lo que parecía ser el rostro de Jesús. Su impresión fue tal, que llamó a sus vecinos, y muy pronto, el viejo árbol se convirtió en el centro de atracción de toda aquella comunidad. A partir de entonces, centenares de personas se acercaban a “ver a Jesús”. Entre ellos, se contaban enfermos y personas con toda clase de necesidad, quienes acudían buscando solución a sus problemas. En una entrevista televisiva, la Sra. Voight comentó: “Yo no soy una mujer muy religiosa. Visito la iglesia sólo de vez en cuando, y no me la paso leyendo la Biblia. Pero me parece que el árbol es un tipo de señal para que nos encontremos con Jesús”.

Ciertamente, la gente tiene muchas necesidades, y muchos andan “buscando a Jesús”, o más bien, buscando de Él, es decir, de aquello que ellos entienden que Él puede darles. A nuestro juicio, tal vez, la mayor parte de las veces lo buscamos en el lugar equivocado. Por ejemplo, en el caso citado arriba, ¿qué cosa, con respecto a Jesús, podría revelarnos aquel árbol? Francamente, no pienso que sería mucho. Entonces, cabe preguntarnos, ¿dónde o cómo podemos encontrarlo? Con los discípulos que iban camino a Emaús sucedió algo que puede ayudarnos a contestar adecuadamente esta pregunta. Jesús sale al encuentro de dos discípulos que buscaban en Jesús la satisfacción de sus expectativas triunfalistas. Les cita las Escrituras y parte el pan con ellos, y es a través de estas dos señales que el Espíritu de Dios les revela al Resucitado. Es entonces, cuando descubren la verdadera identidad de Jesús, y su orden de prioridades es debidamente ajustado. De manera que el mejor lugar para encontrarnos con Jesús es en la Palabra y el Sacramento. Allí se nos revela la gracia divina.

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