“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”.
Evangelio según San Mateo 2:1-2
Se dice que en cierta ocasión, John Wesley recibió una nota que decía así: “El Señor me ha dicho que le dijera a usted que Él no necesita toda esa sabiduría que usted ha extraído de los libros, ni necesita su Griego ni su Hebreo”. A lo cual Wesley respondió: “Gracias, señor. Su carta es muy superflua. Sin embargo, debo contestarle que ya sabía que ‘el Señor no necesita de toda esa sabiduría que he extraído de los libros’, como usted dice. Además, aunque el Señor no me ha mandado a decirle nada a usted, lo que voy a decirle va por mi cuenta: El Señor tampoco necesita de su ignorancia”.
¿Quién no necesita aprender? Por un lado, todos necesitamos aprender, y nunca debemos dejar de aprender. Por ejemplo y con respecto a la Ley de Dios, Moisés dejó instrucciones claras a los sacerdotes judíos cuando les dijo: “Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley”.
Y los magos que adoraron al Niño Jesús, ¿tendrán algo que enseñarnos? Compartimos, ahora, algunas lecciones que podemos aprender de ellos: En primer lugar, con respecto a su origen y oficio, aprendemos que Dios llama a quienes quiere, sin importar cuál sea su procedencia. Con respecto al largo viaje que emprendieron, aprendemos que una vez Dios llama, impulsa a aquellos a quienes llama para que respondan a su llamado, sin importar los riesgos que ello implique. De la consulta que realizó Herodes con los principales sacerdotes y escribas del pueblo judío, aprendemos que datos tales como el lugar del nacimiento del Rey de los judíos eran fáciles de corroborar. Sin embargo, sin la revelación divina, éstos pasan inadvertidos. De la adoración que rindieron y los presentes que llevaron los magos al Niño Dios, aprendemos que la actitud correcta con la que debemos acercarnos a Dios es con una actitud de sincera y humilde adoración, y nunca con las manos vacías. Y finalmente, del lugar donde nació el Mesías, Belén, aprendemos que cuando Dios determina el lugar donde ha de cumplir su propósito, el mismo se convierte en el lugar de Dios. ¡Que Dios nos ayude a entenderlo!
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