Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer. Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado.
Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
-No, me dijo. Ella no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces le pregunté extrañado.
- Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió y dándome una palmadita en la mano me dijo: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella”.
Tuve que contenerme las lágrimas mientras salía y pensé: “Ésta es la clase de amor que quiero para mi vida. El verdadero amor no se reduce a lo físico, ni a lo romántico. Ni siquiera el verdadero amor nace o surge en nuestro ámbito humano. El verdadero amor proviene de Dios, que aun cuando por naturaleza, no lo conocemos, Él sí nos conoce y nos brinda el regalo más hermoso que, sin merecerlo, podamos recibir; su gracia salvadora.
Lecturas:
domingo, 24 de diciembre 1 Juan 4:19
lunes, 25 de diciembre Juan 15:13
martes, 26 de diciembre 1 Juan 4:10
miércoles, 27 de diciembre 1 Juan 4:9
jueves, 28 de diciembre 1 Juan 4:16
viernes, 29 de diciembre 1 Corintios 13:4
sábado, 30 de diciembre 1 Juan 4:8
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